La ansiedad, esa emoción que a veces creemos que nos va a matar, o que solo viene para hacernos daño, maltratarnos y empeorar la estabilidad de mi vida.
Más allá de estas interpretaciones, la ansiedad es un complejo de respuestas emocionales, sociales, fisiológicas y cognitivas, que nos da la sensación que nuestra garganta o nuestro pecho se transforman en un nudo cuando se transforma en angustia.
La ansiedad genera un estado de alerta que nos previene de las situaciones peligrosas, activándonos fisiológicamente, sintiendo nuestro corazón latir cada vez más fuerte, nuestras manos llenas de sudor, respiración acelerada, falta de aire…que lo único que no está advirtiendo que algo en nuestra vida o alrededor ha roto nuestra quietud o calma y no está desequilibrando. Normalmente si tuviéramos que señalar un lugar de nuestro cuerpo para detectar la ansiedad, sería en el pecho. Sin embargo cuando sentimos angustia, ésta nos inmoviliza, bloquea, nos sobrecoge y reside en nuestro estómago.
Los etólogos y neurocientíficos consideran la ansiedad como una respuesta positiva, aunque en ocasiones se vuelva contra uno mismo. Nos garantiza la supervivencia, nos permite mantenernos despiertos y en alerta, aumentando nuestra percepción de riesgo. Es una respuesta innata y se diferencia del miedo en que éste es una respuesta ante un peligro conocido y determinado.
Ansiedad a nivel fisiológico:
Ansiedad a nivel psíquico:
Ansiedad a nivel social:
Dentro de la ansiedad podemos distinguir: