Todos los días igual, me levanto y ya te siento, y cada día que pasa se me hace más duro, más pesado y haces que quisiera de mí otra existencia. Te miro en el espejo y ahí estas, creciendo a borbotones haciéndome a mí cada vez más pequeña. ¿Por qué no puedo ser normal? Me pregunto cada hora, cada segundo del día. No puedo concentrarme en otra cosa que no seas tú y para evitar pensar tanto en ti me aferro mucho a otras actividades, como estudiar durante horas sin descanso, hacer horas y horas extras en mi trabajo, te cubro para disimularte y que nadie se dé cuenta de que estás ahí. Aparento ser “normal”, ser como los demás, sonrío cuando en verdad lo único que tengo ganas es de llorar. ¡Maldito complejo! ¡Si no estuvieras seguramente mi vida sería más sencilla!
Años luchando contra ti, pero hoy me he preguntado algo muy importante, ¿De qué me sirves? ¿De qué sirve que pase horas pensando en ti y haciendo todo lo posible para que no se note? Me pierdo ir a lugares en los que sería feliz y reiría por fin. No disfruto de la ropa que quiero y haces que cada vez me reconozca menos en el espejo, sabiendo perfectamente quien soy, ¡Es tan redundante! Y ni que hablar de lo que dicen los demás, ya están cansados de mis palabras, siempre me han dicho que soy una exagerada, que todo está en que mi realidad está distorsionada y no puedo ver más allá. ¿Acaso soy la única que se siente así por algo que no le gusta de su cuerpo?
¿Cuándo decidí que esa parte de mí no me gustaba? Tal vez hayas nacido de las experiencias que viví, de cuando era pequeña y los demás atacaban mi punto débil, o tal vez por mi sobre exigencia de que mis padres estuvieran muy orgullosos de mí, a pesar de que ellos no me exigían la perfección. Tal vez vengas de mi forma de pensar, obsesiva con todo, contigo, conmigo, con mis metas, con el qué dirán, tal vez nazcas de mi falta de autoestima, de mi ansiedad. Lo tengo claro, haz nacido de mí.
Durante estos últimos años me he bañado cada día con pensamientos catastrofistas, donde todo lo que me rodea, o está bien o está mal, o es blanco o es negro, sin haberme dado cuenta de que no tengo nada en el término medio, no tengo nada de otro color, pero eso… ¡Tiene que ser imposible! No puedo ser tan diferente a los demás, no puede ser que todos vean mi complejo diferente a mí, y tal vez lo único que estoy haciendo es aferrarme a unas gafas que me puse años atrás y a pesar de que me queden pequeñas no soy capaz de cambiar, haciendo que cada vez vea peor.
Lo único que has tratado de decirme todo este tiempo, es que tengo que cambiar mi manera de ver y evaluar las cosas que me rodean, incluido a mí misma. Me he dado cuenta de que has querido que yo me esfuerce para valorarme más, observar todas mis virtudes a pesar de mis defectos y que deje de compararme con los demás, y durante tantos años lo único que he escuchado es lo que yo me he inventado con mis gafas mal graduadas, que es un defecto que cada vez invadía más mi cuerpo, pero por fin me estoy dando cuenta de que no es así.
Siempre me he comparado con otras personas que creo que son más exitosas que yo por no tener ese defecto, cuando no era así, y nunca he sido capaz de compararme con la cruda realidad y es que comparado con las cosas realmente trágicas o catastróficas de la vida, no llegas a ser ni un punto reflejado en ella.
Porque la vida tiene una gran variedad de colores, porque yo soy algo más que tú, porque merezco vivir ajeno a mi preocupación por ti. Entre más te vea, me enfade contigo o conmigo por tenerte, entre más me castigue, lo único que estaré consiguiendo es aferrarte más a mí y nunca dejaría irte, y la realidad es que no te quiero a mi lado, así que tendré que aprender a hacer todo lo contrario. Tendré que parar mis pensamientos hacia ti, atreverme a dejar de ocultarte para demostrarme que al mundo no le importa tu existencia, atreverme a hacer todo aquello que he dejado atrás por ti y al fin disfrutar de todo. Atreverme a ser feliz.
Ahora solo quiero despertar mañana y que no seas lo primero que me piense o vea cuando me mire al espejo. Me gustaría que mi ropero tuviera todos los colores del arcoíris y que al vestirme sólo dedique dos minutos a elegir lo que me voy a poner sin darle más vueltas ni vacilación. Ocuparé mi tiempo a ponerme metas nuevas, conocer caminos nuevos donde me encontré a una gran variedad de personas.
Te digo adiós querido complejo, gracias a ti estoy comprendiendo lo importante que soy, y a pesar del daño que yo me he creado en torno a ti, ahora escucharé la otra parte del mensaje: Yo valgo, yo puedo, yo también me lo merezco, y yo puedo ser feliz simplemente siendo yo.