Tradicionalmente se ha creído que la mejor forma (o la única) de aprender un concepto es escribirlo, leerlo, memorizarlo… Pero la realidad es que no hay mejor forma de aprender e interiorizar algo que experimentarlo por uno mismo de manera vivencial. Una manera de experimentación en la infancia es el juego.
El juego es una de las primeras actividades que los niños hacen para el propio disfrute. El juego siempre es algo placentero, divertido y muy positivo (Reboredo, 1983). Pero no es solo una actividad lúdica, sino una oportunidad de aprendizaje extremadamente importante. “El juego es un contexto de experimentación y descubrimiento que permite entrenar multitud de habilidades en desarrollo referidas a todos los ámbitos: físico, cognitivo, lingüístico, emocional y social” (Jiménez y Muñoz, 2015). Así, el juego ayuda a desarrollar destrezas, habilidades y conocimientos. Y entre estas habilidades que ayuda a desarrollar, se encuentran las habilidades sociales, ya que el juego facilita la interacción y conlleva el descubrimiento de nuevos sentimientos, sensaciones y deseos (Herranz, 2013).
Piaget (1964) establece cuatro etapas o estadios en los que se da el aprendizaje: etapa sensoriomotora (0 a 2 años), etapa preoperacional (2 a 7 años), etapa de operaciones concretas (7 a 10 años) y etapa de operaciones formales (11 a 15 años). Pues bien, las primeras tres etapas del aprendizaje están relacionadas con tipos de juegos diferentes. Así, la etapa sensoriomotora se relaciona con el juego de ejercicio, en este cado los niños realizan movimientos simples y repetitivos que pueden tener finalidad o no tenerla. La etapa preoperacional se relaciona con el famoso juego simbólico, en el que los niños comienzan a imitar situaciones de la vida real y desarrollar la empatía. Y en la etapa de operaciones concretas
se desarrolla el juego reglado, en el cual los niños empiezan a establecer reglas en los juegos, en principio reglas simples, y posteriormente reglas algo más complejas que requieren razonamiento lógico, seriación, clasificación… (Omeñaca y Ruiz, 2004).
Pues bien, teniendo en cuenta estas etapas, es muy importante que favorezcamos que los pequeños vayan descubriendo por sí mismos todos los conceptos del mundo que le rodean.
Recomendamos acudir a centros especializados en niños como el Centro Multidisciplinar TABY en Maspalomas, un centro integral donde pueden poner en práctica juegos con aprendizaje.
Con todo ello, encontramos que el juego es un recurso educativo de lo más potente. Así, vemos que a través del juego los niños desarrollan valores, normas sociales, límites conductuales, favorece la comunicación, promueve las habilidades e interacciones sociales, facilita el desarrollo de la atención, la memoria, la creatividad, el autoconcepto y autoconocimiento… (Gallardo y Gallardo, 2018).
Aunque, como ya se ha mencionado anteriormente, los niños y niñas desde que son muy pequeños comienzan de forma espontánea a jugar, existen actualmente muchos portales de internet que nos brindan recursos para favorecer y hacer más divertido ese proceso. Aquí les recomendamos algunas:
Cualquiera de ellas nos puede servir como apoyo y como administrador de recursos para hacer el aprendizaje a través del juego mucho más atractivo. Lo importante es tener claro que el juego no es una pérdida de tiempo, o algo que se deba relegar a un simple divertimento, el juego es una oportunidad de aprendizaje única y especial.
Referencias
Gallardo-López, J. A., y Gallardo Vázquez, P. (2018). Teorías sobre el juego y su importancia como recurso educativo para el desarrollo integral infantil.
Herranz, P. (2013). Teorías y desarrollo del juego. En P. Herranz y P. Sierra (Directoras). Psicología Evolutiva I. Volumen II. Desarrollo social, (pp.
225-247). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Jimenez Lagares, I. y Muñoz Tinoco, V (2015). Los iguales como contexto de desarrollo.
Omecaña, R. y Ruiz, J.V. (2004). Juegos cooperativos y educación física. Barcelona. Paidolibro.
Reboredo, A. (1983). Jugar es un acto político, Nueva Imagen, México.