Las consecuencias de la pandemia se palpan por todas partes, pero una de ellas empieza en el hogar propio y puede mermar la calidad de vida más de lo que parece. Estamos refiriéndonos al síndrome de la cabaña, un conjunto de síntomas y reacciones ligados a una experiencia vital sin precedentes.
Se conoce como síndrome de la cabaña a la fobia a salir de casa, al rechazo a salir a la calle, al miedo irracional que surge ante la mera idea de abandonar la zona de confort del hogar. Da igual la finalidad, si es dar un paseo, hacer la compra o tirar la basura: el miedo a salir de casa es el centro de este síndrome.
En cuanto al perfil de persona que lo sufre, es una manifestación propia de quienes han pasado mucho tiempo aisladas (como marineros o empleados de una planta petrolífera).
Si bien el síndrome de la cabaña no se considera una enfermedad mental, no querer salir de casa es un problema en sí mismo para una persona que podría comenzar a tomar decisiones irracionales sobre su vida. Esto le dificultará su día a día e interferirá en sus relaciones sociales.
Desde luego, el confinamiento al que estuvimos sometidos durante largas semanas dejó huella en la mente de muchas personas; pero mientras la mayoría recibimos con cierto alivio la desescalada, otros experimentaron cierta fobia a salir a la calle, justificada por no querer exponerse a un contagio.
Las desalentadoras noticias que llegaban diariamente desde los medios de comunicación agravaron esta fobia por salir de casa. Las grandes posibilidades de contagiarse, unidas al desconocimiento sobre las consecuencias de la enfermedad, crearon un panorama de gran incertidumbre.
Esta situación constituyó el caldo de cultivo ideal para que a muchas personas les entrase el miedo a salir a la calle, con todas las consecuencias que esto conlleva: una exagerada paranoia a sufrir algún tipo de daño si se abandona la zona de confort.
La terapia para superar este traicionero síndrome se basa, como casi siempre, en enfrentarse al miedo irracional que surge por su causa. El funcionamiento cognitivo se queda desvirtuado a causa de un prolongado confinamiento, y volviendo a la rutina se restablecería.
En general, no solo se trata de abandonar el confinamiento físico, sino también salir de la «cárcel mental» en la que se sumerge quien sufre este síndrome. Es muy recomendable entrar en contacto con la naturaleza, ya que el bosque, el campo o los árboles son algo universalmente bueno para la mente, y estas bondades se acentúan en estos casos. Tampoco hay que olvidarse de los hobbies y de cuidar las relaciones sociales en un entorno de seguridad, introduciéndolas de nuevo en nuestro día a día de forma progresiva.
El síndrome de la cabaña puede resultar más peligroso de lo que parece. No suele ser necesaria una ayuda mediante terapia profesional, salvo que los síntomas hayan llegado demasiado lejos. Si te encuentras en una situación similar, sal y oxigénate. ¡La solución está más cerca de lo que piensas!