Si tienes algunas nociones sobre psicología, o si has leído algunas entradas de este blog, podrás comprobar que se menciona a menudo la depresión, y podrías hasta haberte sentido identificado con sus síntomas. No obstante, si experimentas una constante sensación de melancolía que no podría catalogarse de depresión, quizá estés experimentando síntomas de distimia.
Aunque sea también una clase de trastorno depresivo, la distimia es uno de los tipos de depresión menos evidentes y más peligrosos a largo plazo.
El origen de la palabra te pondrá sobre la pista de su naturaleza: proviene del griego, dysthymia. Su significado podría asemejarse a “cualidad de un espíritu difícil” o, simplemente, melancolía, mal humor o dificultad de estar animado, de forma crónica y quizá hasta soslayada.
Como puedes figurarte, la cantidad de población susceptible de padecer distimia es muy elevada: de hecho, la OMS estima que unos 300 millones de personas en todo el mundo la sufren.
Los síntomas de la distimia no distan mucho de los de la depresión: quien sufre de distimia permanece en un estado de tristeza constante, sin grandes picos ni episodios agudos, pero sumido permanentemente en un estado (no agudo) de desánimo y desazón.
En cuanto a las causas, hay varios orígenes distintos: puede ocasionarse por una falta crónica de serotonina en el cerebro, por acontecimientos traumáticos de la infancia o adolescencia, o por la herencia de los rasgos de personalidad.
Para saber si nos estamos encontrando ante uno u otro trastorno, vamos a analizar las diferencias entre distimia y depresión:
Al conocer lo que es un trastorno distímico, puedes ver que, si bien su influencia no es tan agresiva como la de la depresión, puede llegar a impedirte disfrutar de las cosas buenas de la vida, con el riesgo real de no alcanzar nunca una sensación de plenitud. Si te sientes identificado con sus síntomas, apóyate en un profesional de la psicología para ponerle remedio.