Los superfluos estándares de belleza suelen obsesionar a las personas más jóvenes, reforzando de forma excesiva el vínculo entre la imagen corporal y la autoestima. Hoy vamos a ahondar sobre la aceptación corporal o, en otras palabras, sobre cómo darle la vuelta a esa exigencia para estar a gusto con el cuerpo que tenemos.
En todas las culturas existen distintos estándares de belleza. Por ejemplo, en algunos lugares de África, las mujeres obesas son consideradas las más bellas, y en Asia, prima la palidez de la piel. En nuestra sociedad, la imagen corporal idónea se ajusta principalmente al ideal de estar delgadas: tener un cuerpo muy cuidado y, a ser posible, lucir un buen bronceado.
Paralelamente, las personas más jóvenes son quienes más problemas de amor propio presentan. La baja autoestima y la obsesión con el cuerpo en la adolescencia conforman un cóctel muy nocivo, ya que se extiende la idea de «tener que dar la talla» con el cuerpo para obtener la aceptación del entorno (amigas, otros chicos…).
La aceptación de la imagen corporal significa romper esa asociación tan peligrosa. Implica asumir tanto nuestros defectos físicos como nuestras virtudes, y conlleva comprender que el físico no lo es todo, implica darse cuenta de la superficialidad inherente a creer que, por ajustarnos a un ideal de belleza, vamos a ser más queridas, populares o deseadas.
En definitiva, la aceptación corporal nos lleva a querernos tal y como somos, y a no querer cambiar nuestro físico a toda costa según los estereotipos de belleza. Significa, simplemente, asumir todo lo que somos.
La no aceptación de tu cuerpo suele proceder de un callejón sin salida al que llegas cuando te comparas con otras chicas y ves todo lo que te falta para ser como ellas. Uno de los ejercicios de aceptación personal más efectivos será, por lo tanto, dejar de compararte.
Para salir de esa espiral, vas a necesitar algo de valor y establecer un diálogo interior, en el que probablemente surjan pensamientos o afirmaciones de las que quizá te llegues a avergonzar. En este punto, la asistencia de un psicoterapeuta será de gran ayuda.
Creer que con un cuerpo perfecto vas a ser más feliz es el pensamiento que alimenta principalmente la obsesión con el aspecto físico. ¿Te has preguntado si todas esas personas a quienes tanto envidias son realmente felices? Te podemos anticipar la respuesta: no, no lo son.
El motor principal del cuidado del cuerpo no debe ser jamás la opinión de los demás, sino tu propio bienestar. Hay un abismo entre quitarse algunos kilos y obsesionarse con la figura. El límite lo marcará tu salud: para estar sana, no necesitas parecerte a ninguna de esas mujeres «ideales» que salen en Internet o en la televisión.
Todo proceso de aceptación corporal es duro, pero constituye un primer gran ejercicio de madurez, sobre todo para las chicas adolescentes. Comprender que no hace falta tener un cuerpazo para ser feliz o para que otras personas te quieran será el primer paso hacia tu felicidad.